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El hecho de practicar cualquier ejercicio físico potencia la salud general y el buen estado físico a largo plazo, aumenta los niveles de energía, fomenta una sensación de bienestar psicológico y reduce los efectos negativos del estrés. Existen indicios de que practicar ejercicio de forma habitual puede prolongar la vida, ya que ayuda a prevenir las enfermedades cardíacas y otras dolencias crónicas, tales como la osteoporosis y la diabetes.
Los ejercicios aeróbicos -cualquier actividad rítmica y continuada que haga aumentar nuestro ritmo cardíaco y el de nuestra respiración, como andar a paso rápido, correr, nadar o practicar aeróbic- mejoran nuestro estado cardiovascular, pueden ayudarnos a perder peso y hacen que nos sintamos más energéticos.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgH2H1DOhFyrVmhpVTuaPBv6CMSvIk0_4ydSAacf22ZX_DHEzVaxl4NvKDNOB1BQ6_LmAHBXgrTDGDV_jNGfgoKqKy0E8aTMjh6CqUBlEekkA5QuK-jzA6wKmmsZFLygMX6F3HyxZUz/s320/alim01.jpg)
Los alimentos dan la energía necesaria para hacer ejercicio; comer lo correcto en el momento idicado aporta al cuerpo lo que necesita para un rendimiento y una recuperación óptimos. Al hacer ejercicio, se pierden líquidos a través de la transpiración y al exalar el aire. Así pues, beber adecuadamente es esencial para evitar la deshidratación y el cansancio. La elección de las bebidas y del momento son consideraciones importantes.
LA ENERGIA DE LOS ALIMENTOS
Las grasas y los hidratos de carbono son las principales fuentes de energía. De las proteínas también se obtiene energía, pero solamente hacia el final de una prolongada sesión de ejercicio, como por ejemplo, al correr una maratón. Los hidratos de carbono se almacenan en cantidades limitadas en los músculos y el hígado en forma de glucógeno. El ejercicio anaeróbico -el realizado, por ejemplo, por un velocista-, quema menos grasas y más glucógeno. Los músculos de una persona en buena forma física obtienen más energía de las grasas que del glucógeno. En cambio, cuanto más intenso y duro es el ejercicio realizado, más glucógeno se utiliza y mayor tiempo se precisa para reponer las reservas consumidas.
Una dieta equilibrada, basada en hidratos de carbono complejos, como por ejemplo pan y pasta integral, patatas, arroz integral, cereales, unas cinco tomas de frutas del tiempo y verduras, legumbres, pescado, nueces, productos frescos bajos en grasa y aceite de oliva en lugar de mantequilla, se considera ideal para la conservación o recuperación de la salud. Es imperativo reducir la ingestión de carne roja y de productos frescos grasos, así como de pasteles, galletas, patatas fritas y dulces, que deben permitirse sólo como caprichos ocasionales.
¿Cuando comer?
Tras una copiosa comida, el cuerpo precisa tiempo para digerir los alimentos, proceso durante el cual a menudo se experimenta cierto cansancio. Se recomienda, pues, esperar un par de horas antes de iniciar algún ejercicio físico.
¿Qué beber?
El mejor líquido para la rehidratación es el agua.
Al contener azúcar, las bebidas con hidratos de carbono mantienen los niveles de glucosa en la sangre y aportan combustible adicional durante el ejercicio. Se deben evitar las bebidas con más de un 8 por ciento de azúcar, como, por ejemplo, algunos refrescos, dado que retardan su paso al intestino delgado.
Los ejercicios aeróbicos -cualquier actividad rítmica y continuada que haga aumentar nuestro ritmo cardíaco y el de nuestra respiración, como andar a paso rápido, correr, nadar o practicar aeróbic- mejoran nuestro estado cardiovascular, pueden ayudarnos a perder peso y hacen que nos sintamos más energéticos.
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Los alimentos dan la energía necesaria para hacer ejercicio; comer lo correcto en el momento idicado aporta al cuerpo lo que necesita para un rendimiento y una recuperación óptimos. Al hacer ejercicio, se pierden líquidos a través de la transpiración y al exalar el aire. Así pues, beber adecuadamente es esencial para evitar la deshidratación y el cansancio. La elección de las bebidas y del momento son consideraciones importantes.
LA ENERGIA DE LOS ALIMENTOS
Las grasas y los hidratos de carbono son las principales fuentes de energía. De las proteínas también se obtiene energía, pero solamente hacia el final de una prolongada sesión de ejercicio, como por ejemplo, al correr una maratón. Los hidratos de carbono se almacenan en cantidades limitadas en los músculos y el hígado en forma de glucógeno. El ejercicio anaeróbico -el realizado, por ejemplo, por un velocista-, quema menos grasas y más glucógeno. Los músculos de una persona en buena forma física obtienen más energía de las grasas que del glucógeno. En cambio, cuanto más intenso y duro es el ejercicio realizado, más glucógeno se utiliza y mayor tiempo se precisa para reponer las reservas consumidas.
Una dieta equilibrada, basada en hidratos de carbono complejos, como por ejemplo pan y pasta integral, patatas, arroz integral, cereales, unas cinco tomas de frutas del tiempo y verduras, legumbres, pescado, nueces, productos frescos bajos en grasa y aceite de oliva en lugar de mantequilla, se considera ideal para la conservación o recuperación de la salud. Es imperativo reducir la ingestión de carne roja y de productos frescos grasos, así como de pasteles, galletas, patatas fritas y dulces, que deben permitirse sólo como caprichos ocasionales.
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Tras una copiosa comida, el cuerpo precisa tiempo para digerir los alimentos, proceso durante el cual a menudo se experimenta cierto cansancio. Se recomienda, pues, esperar un par de horas antes de iniciar algún ejercicio físico.
¿Qué beber?
El mejor líquido para la rehidratación es el agua.
Al contener azúcar, las bebidas con hidratos de carbono mantienen los niveles de glucosa en la sangre y aportan combustible adicional durante el ejercicio. Se deben evitar las bebidas con más de un 8 por ciento de azúcar, como, por ejemplo, algunos refrescos, dado que retardan su paso al intestino delgado.
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